PODER Y CRÍTICA | REDACCIÓN | Soldados y vehículos militares blindados rodearon las puertas del Palacio de Gobierno de Bolivia en un intento fallido de golpe de Estado que el presidente Luis Arce calificó como un grave atentado contra la democracia del país. En respuesta a la movilización militar, el mandatario instó al pueblo boliviano a movilizarse en defensa del gobierno y, horas después, relevó a la cúpula militar, destituyendo al comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga, quien encabezó la sublevación.
«Nadie nos puede quitar la democracia que hemos ganado», enfatizó Arce en un mensaje dirigido a la nación. «No podemos permitir que una vez más intentonas golpistas se lleven las vidas de bolivianos». Tras la remoción de Zúñiga, quien ya ha sido arrestado bajo cargos de terrorismo y alzamiento armado, los militares y los vehículos blindados se retiraron del lugar.
El conflicto surge en un contexto de tensiones internas dentro del partido gobernante, el Movimiento Al Socialismo (MAS), marcado por la división entre el actual presidente y el expresidente Evo Morales. Este último, quien gobernó de 2006 a 2019 y ha manifestado su intención de regresar al poder en 2025, condenó rápidamente el intento de golpe, al igual que la comunidad internacional, incluida México. El presidente Andrés Manuel López Obrador expresó su «más enérgica condena al intento de golpe de Estado», mientras que la presidenta electa Claudia Sheinbaum lo calificó como «un atentado contra la democracia».
La situación en Bolivia encendió las alarmas tanto a nivel nacional como internacional, destacando la fragilidad democrática y la histórica inestabilidad política del país.