Cancún, Q. Roo, 17 abril, poderycrítica.- Los “operativos” que han implementado las autoridades de la Secretaría Estatal de Seguridad Pública al interior del Centro de Reinserción Social (Cereso) de Cancún, donde han encontrado en todo momento celulares, USB, armas hechizas e incluso droga, es un claro ejemplo de que los protocolos penitenciarios de seguridad no están funcionando y demuestra el alto grado de impunidad que rodea al penal de esta ciudad, pues cada vez son más los “objetos prohibidos” que decomisan que forzosamente tienen que ingresar por el acceso principal.
La colusión de celadores y elementos de la propia policía estatal ha sido constante para que los internos que manejan el autogobierno hagan de las suyas todo el tiempo, como una clara muestra el control que ejercen para tener al penal de Cancún, como una verdadera cuna de impunidad.
Familiares de internos revelaron que los elementos de la Policía Estatal desde el primer filtro, ponen precio para poder ingresar los días de visita, pero sobre todo, para meter algunos productos que oficialmente están prohibidos.
“Me tocó ver en una fila donde estábamos varias personas que un elemento de la Policía Estatal le dijo a una señora que si quería meter piña, la cuota era mínimo de 500 pesos”, comentó un testigo.
Cabe decir que la cáscara y gran parte de la misma fruta, los internos lo utilizan para elaborar tepache que es con la que muchas veces hacen sus fiestas en el propio Cereso.
“Se supone que esta fruta está prohibida y aún así la meten”, insistió en días recientes el familiar de un preso.
También, el ingreso de los teléfonos celulares que se hace constantemente es una muestra de la completa impunidad porque estos equipos de comunicaciones muchas veces son usados para extorsiones desde el interior del penal, e incluso organizar acciones concretas del crimen organizado al exterior del centro de reinserción como son “levantones” o ataques delictivos.
Y es que es más que evidente que con todo esto que ocurre todos los días, la cárcel de Cancún no sólo es un bastión del crimen, sino también se ha convertido en una escuela delictiva, pues los internos de delitos menores aprenden fácilmente de quienes cometen actos criminales y en fin, se hace una completa mezcolanza de ilícitos donde los menos aprenden de los más peligrosos porque aunque en apariencia existe algún tipo de separación entre las áreas, la realidad es que todos conviven en una misma zona.